Aunque muchos
insistente en colgar a la publicidad
televisiva el sambenito
de formato publicitario decadente, lo
cierto es que la pequeña pantalla sigue teniendo muchísimo peso en los
presupuestos de los anunciantes.
-La publicidad aderezada
con una pizca de drama:
En este tipo
de publicidad aparece retratado un conflicto que los protagonistas se las
ingenian para resolver con la inestimable ayuda del producto anunciado.
-La publicidad en la que
acapara todos los flases un personaje “graciosillo”:
El
“graciosillo” en cuestión puede indigestársele a algunos espectadores, pero
quien consigue arrancar una sonrisa al consumidor está definitivamente mucho
más cerca de su cartera.
-La publicidad felizmente
“casada” con el storytelling:
Los datos
puros y duros no bastan para capturar la atención del espectador en la pequeña
pantalla. Se trata más bien de hilvanar historias utilizando tales datos
como excusa.
-La publicidad que hace las
veces de terapeuta:
En este tipo
de publicidad los protagonistas no solventan los conflictos con los que se
topan de bruces por sí solos. Lo hacen con la ayuda de una suerte de terapeuta
que pone en sus manos la medicina para decir adiós a sus problemas: el producto
anunciado.
-La publicidad que decide
colgarse del brazo de la provocación:
La publicidad
televisiva que se adscribe a esta tipología derriba tabúes y busca
deliberadamente dejar atónito al espectador para convencerle de las bondades
del producto promocionado.
-La publicidad que se jacta
de ser un ejemplo a seguir para el consumidor:
En los spots
televisivos que pertenecen a esta tipología los protagonistas hacen de su capa
un sayo, se olvidan de “dimes y diretes” y se entregan al placer que les
proporciona el producto anunciado
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