ALESSANDRO MENDINI
A finales de los 70, Mendini comienza a crear piezas singulares en las que reinterpreta la forma y ornamentación de diseños ya existentes. La silla Wassily, de Breuer, con motivos aplicados, o la Universale, de Joe Colombo, con un acabado de falso mármol, son dos ejemplos, pero el más destacado es un modelo ya icónico: el sillón Proust. Mendini utilizó una copia de una butaca neobarroca del siglo XVIII francés y la cubrió por completo con un colorido enjambre de puntos impresionistas. Posteriormente, hizo otras versiones con diferentes estampados. Con los rediseños, y su parejo concepto del «diseño banal», quería revalorizar, por vía del humor, la ornamentación, volver a la decoración de producción masiva empleada en la industria de los textiles, los laminados de plástico o los papeles. Esta decoración tomaba como referencia las fuentes más diversas, el interés por la mezcla de diferentes culturas y maneras de expresión. No en vano, toda la obra de Mendini es un, perfectamente calculado, caos de materiales, colores, formas e intenciones.
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