Por qué la publicidad es una pecadora de tomo y lomo y comete los 7 pecados capitales
Los siete pecados capitales, esos que tan magistralmente (y sangrientamente) retrata la icónica película Seven, tienen cientos de años sobre sus espaldas. Y la humanidad, pecadora por naturaleza, los comete con pasión absolutamente desbordante (y maliciosa).
Humanos acostumbrados a incurrir en todos los pecados capitales son, por ejemplo, los publicitarios, que no se cansan de ser hacer méritos para ir directos al infierno (y pasar de largo por el cielo)
A continuación, y de la mano de Little Black Book, diseccionamos los siete pecados pecados capitales desde el punto de vista (100% pecaminoso) de la publicidad:
1. Envidia
En la industria publicitaria por cada anuncio que se las ingenia para acaparar la atención del público, hay miles que desfilan sin pena de gloria por las retinas del espectador. Razón de más para que las autores de los muchos anuncios que fracasan envidien (con toda su alma) a aquellos que firman los pocos anuncios que triunfan. ¿Lo bueno de la envidia que supuran por todos los poros los publicitarios? Que ésta solo es mala si se traduce en desdén. Si la envidia es el acicate que anima a los publicitarios a superarse a sí mismos en el desempeño de su trabajo, ésta no tiene en realidad nada de pérfida y es en realidad bastante saludable.
En la industria publicitaria por cada anuncio que se las ingenia para acaparar la atención del público, hay miles que desfilan sin pena de gloria por las retinas del espectador. Razón de más para que las autores de los muchos anuncios que fracasan envidien (con toda su alma) a aquellos que firman los pocos anuncios que triunfan. ¿Lo bueno de la envidia que supuran por todos los poros los publicitarios? Que ésta solo es mala si se traduce en desdén. Si la envidia es el acicate que anima a los publicitarios a superarse a sí mismos en el desempeño de su trabajo, ésta no tiene en realidad nada de pérfida y es en realidad bastante saludable.
2. Gula
Una industria que promueve con sus anuncios el consumo, a todas luces excesivo, de comida y bebida, incurre permanentemente en el pecado de la gula. Con fama de bebedores y de amantes del buen yantar, los publicitarios son no sólo glotones sino que animan a serlo también al resto de los mortales.
Una industria que promueve con sus anuncios el consumo, a todas luces excesivo, de comida y bebida, incurre permanentemente en el pecado de la gula. Con fama de bebedores y de amantes del buen yantar, los publicitarios son no sólo glotones sino que animan a serlo también al resto de los mortales.
3. Avaricia
La publicidad echa raíces en el deseo (desmesurado) de posesiones materiales. Y aunque en los últimos años a los publicitarios les ha dado por hacer el bien en sus campañas publicitarias, el fin último de su trabajo es lograr que al consumidor le pique el gusanillo de la avaricia.
La publicidad echa raíces en el deseo (desmesurado) de posesiones materiales. Y aunque en los últimos años a los publicitarios les ha dado por hacer el bien en sus campañas publicitarias, el fin último de su trabajo es lograr que al consumidor le pique el gusanillo de la avaricia.
4. Lujuria
Puede que su presencia en la publicidad no sea tan descaradamente obscena (y de mal gusto) como antes, pero el sexo (y sea para vender coches o chocolate) es una constante en la publicidad. El sexo, al fin y al cabo, vende y los publicitarios no pueden resistirse a sus encantos.
Puede que su presencia en la publicidad no sea tan descaradamente obscena (y de mal gusto) como antes, pero el sexo (y sea para vender coches o chocolate) es una constante en la publicidad. El sexo, al fin y al cabo, vende y los publicitarios no pueden resistirse a sus encantos.
5. Soberbia
Que los publicitarios se sientan orgullosos de su trabajo no tiene en realidad nada de malo. Sin embargo, darse auténtico baños de ego en Cannes Lions y otros festivales publicitarios puede resultar francamente excesivo (y hasta vergonzante).
Que los publicitarios se sientan orgullosos de su trabajo no tiene en realidad nada de malo. Sin embargo, darse auténtico baños de ego en Cannes Lions y otros festivales publicitarios puede resultar francamente excesivo (y hasta vergonzante).
6. Pereza
En la industria publicitaria hay muchísima pereza, pero de esa pereza no tienen tanto la culpa los publicitarios como los propios clientes, que se empeñan constantemente en cortar las alas a las para nada holgazanas ideas de los profesionales que se desenvuelven en la arena de la publicidad.
En la industria publicitaria hay muchísima pereza, pero de esa pereza no tienen tanto la culpa los publicitarios como los propios clientes, que se empeñan constantemente en cortar las alas a las para nada holgazanas ideas de los profesionales que se desenvuelven en la arena de la publicidad.
7. Ira
Para constatar que la ira campa a sus anchas en la industria publicitaria basta con echar un vistazo a las actualizaciones de estado (y los subsiguientes comentarios) de un puñado de publicitarios (elegidos al azar) en LinkedIn. Allí hay alojado odio en estado puro.
Para constatar que la ira campa a sus anchas en la industria publicitaria basta con echar un vistazo a las actualizaciones de estado (y los subsiguientes comentarios) de un puñado de publicitarios (elegidos al azar) en LinkedIn. Allí hay alojado odio en estado puro.
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